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La rosácea es un trastorno cutáneo común caracterizado principalmente por hipersensibilidad cutánea (1) y la presencia de inflamación crónica de la piel (2). Es un problema de la piel que afecta el área central de la cara (mejillas, barbilla, nariz, frente) y la presencia de los siguientes signos visibles en esta región de la cara es típicamente indicativa de este trastorno: enrojecimiento, eritema, telangiectasia, edema, pápulas, pústulas, lesiones oculares (3). Los pacientes pueden verse afectados por uno o una combinación de estos signos de diagnóstico que generalmente son transitorios, pueden ocurrir de manera independiente y se asocian con síntomas colaterales, como ardor y escozor, placa, piel seca, oculares o manifestaciones (3). Los efectos en los ojos ocurren en aproximadamente el 50% de los pacientes con rosácea, y aunque los signos de la rosácea aparecen predominantemente en la cara, también pueden afectar otras áreas del cuerpo (4).
Según estimaciones recientes (2011), la rosácea afecta a cerca de 14 millones de personas en los Estados Unidos (1), mientras que un estudio epidemiológico en Suecia (2003) mostró que su prevalencia era del 10% (5). Parece que se observa con más frecuencia en individuos de piel de familia de origen europeo y celta, aunque también se ha desestimado en sujetos asiáticos y afroamericanos (1). Este trastorno crónico afecta tanto a hombres como a mujeres, generalmente a partir de los 30 (6) años.
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